Me
llamó poderosamente la atención, la frase que dijo el Nuncio Apostólico, Nicolás
Henry Marie Denis Thevenin, El día de hoy en el Congreso contra la Corrupción
realizado en la ciudad de Guatemala, declarando que: “El corrupto no es un
vencedor y no es una persona astuta”.
Es
increíble que en nuestros días, se pretenda creer que la corrupción es un sinónimo
de valentía, astucia, inteligencia etc. La corrupción no es más que un acto que
denigra al individuo y por lo cual toda persona honesta, transparente y sobre
todo respetuosa de la ley, no debe en ninguna circunstancia aceptar, consentir,
ni mucho menos pretender alabar un acto a todas luces ilegal.
La
corrupción es un abuso de poder, de funciones o de medios para
sacar un provecho económico o de otra índole. Por lo que la corrupción política debe entenderse como el mal uso del poder público para obtener una ventaja
ilegítima, debiendo utilizar ese poder para servir con integridad a nuestro país
y no para el aprovechamiento personal mediante el uso del tráfico de
influencias, el soborno, la extorsión y el fraude
(Delitos).
En
la actualidad, tal y como conocemos a través de los diversos medios de
comunicación, se han destapado varios focos de corrupción en distintas
instituciones del Estado, como por ejemplo: el caso del contrato entre el
Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) y la empresa PISA, el caso de
defraudación aduanera (La línea), el desvió millonario del Congreso de la
República, La compra sobrevalorada de imágenes de seguridad en el Ministerio de
Gobernación etc. Esto viene a demostrar no sólo la impunidad con la que pueden estar
actuando los distintos funcionarios y empleados públicos sino también la
necesidad del endurecimiento de las leyes para castigar estas situaciones y la
necesidad de una reforma política generalizada.
Es
por ello que, para aclarar estos casos de corrupción debe realizarse una
investigación de fondo y con respeto al debido proceso y de esta manera deducir
responsabilidades, estableciendo el
grado de responsabilidad, sobre todos los implicados en estos actos.
Como Sociedad Guatemalteca nos corresponde seguir
manifestando nuestra inconformidad ante estos hechos delictivos y exigir la extinción
de los bienes y recursos adquiridos de manera ilícita, hacer propuestas para lograr
una transformación del sistema político en nuestro país y como personas individuales
gritar con nuestro ejemplo, como bien los dijo el Nuncio Apostólico “El
corrupto no es un vencedor y no es una persona astuta”, sino un degenerado.
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